Nuestra primera reacción cuando alguien se encuentra mal es ofrecerle un vaso de agua. No es casualidad, ya que este elemento es lo que hace que nuestro organismo funcione y nos mantiene con vida. La hidratación de todo el cuerpo depende de ella. Por el consumo de otras bebidas como refrescos, zumos o cerveza, a veces nos olvidamos de la base de nuestra hidratación. Aunque todas estas bebidas estén hechas principalmente de agua, también llevan azúcar y otros aditivos que nuestro cuerpo no necesita. Por eso, es esencial que nos acordemos de beber agua a lo largo del día.
Se recomienda consumir entre uno y dos litros de agua diarios. Aunque, todo dependerá de cada persona, del clima o de la intensidad de la actividad física que se realice a lo largo del día. Lo más importante es aprender a escuchar a tu propio cuerpo: bebe cuando tengas sed, pero no esperes a tener demasiada. Cuando bebas, no fuerces la maquinaria. Si te notas lleno, no sigas bebiendo solo para cumplir la «cuota diaria», ya que puedes terminar por encontrarte mal.
Podría decirse que la clave está en no beber ni mucho ni poco, sino lo que tu cuerpo te está pidiendo. Trata de huir de otras bebidas para saciar la sed. Cuando uno está sediento, necesita agua. Las bebidas azucaradas tienen a veces un efecto contrario, ya que el azúcar y los ácidos que contienen pueden producir mayor deshidratación.
Si la temperatura es más alta o estamos haciendo ejercicio, nuestro cuerpo pierde mucho líquido muy rápidamente debido a la transpiración. En estas situaciones es importante beber pequeñas cantidades frecuentemente para que los niveles de hidratación no bajen demasiado. De lo contrario, puede bajar tu rendimiento o puedes sentirte muy fatigado.
Además de la que ingerimos a lo largo del día, nuestro cuerpo también se hidrata con el agua que se encuentra en la mayoría de la comida. La fruta, la verdura, el pescado, la carne… Todos estos alimentos contienen altas cantidades de agua, que contribuyen a la hidratación diaria. Si tenemos hambre y sed, comer una pieza de fruta fresca puede ser justo lo que nuestro cuerpo necesita.
El agua es la gasolina que nos mantiene con vida y en movimiento. Consumirla a diario mejora nuestra salud, previene enfermedades y mejora nuestro aspecto físico. Todo un tesoro, ¿verdad?
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Sin duda un muy buen post.